Chaiten 28 de Diciembre 2007
Como dicen: “después de la tormenta viene la calma”. Pase la mitad del día de hoy medio noseque. Una mezcla del cansancio de tres días de fuerte pedal, la madrugada de hoy para alcanzar a tomar el bus a Chaiten y el estres por esto de las platas (el lío este del cajero).
Lo bueno fue que de poco en poco fuí resolviendo cada cosa, o al menos me fuí tranquilizando. Ahora estoy más relajado y puedo disfrutar el estar sentado al borde del Pacífico y con los Andes a mi alrededor. Me doy cuenta que con calma puedo ir resolviendo cada problema que aparezca en el viaje. El secreto está en cuidarse del miedo.
Me acuerdo que hablaba con mi mamá de como nos tiene cagados el miedo: nos vuelve impotentes, cobardes, totalmente vulnerables. Todos los males que describí arriba (de como me sentí durante el día) se pudes sintetizar en el miedo. Y es natural: una de las principales causa del miedo es la incertidumbre, la inseguridad. Yo de buenas a primeras me encontré en Chile y más que en Chile, en la Patagonía chilena, empezé a preocuparme por el futuro del viaje: ¿Cómo voy a hacer? ¡Está muy caro! ¡Chuta los caminos del sur van a ser de terror!, etc. Asi me llené la cabeza hasta el punto que el miedo me tumbó las defensas.
Por eso ahora voy a hacer lo posible para que el único miedo que yo tenga sea al miedo. Al final todo se resuelve con voluntad y por suerte eso es algo que tengo para regalar (siempre y cuando no se interponga este famoso miedo y dependa de mi solo).
Tengo que estar pilas, en este viaje asi como puedo ser fuerte y enfrentar cada día con el pechito alto, puedo dejarme caer rápido y dejarme abofetear por tontos problemas cotidianos. El rato que bajo la guardia ¡chilin! en la mejilla derecha.
Cerca de Yaldad, 31 de Diciembre 2007
Uyuy los últimos días has estado de locos y marcados con esa suerte incondicional que ya se ha vuelto mi sombra.
Es impresionante como cada día del viaje puede ser diferente. Una día me la paso ajetreado en un bus, otro puedo pasar la noche en un hotel 5 estrellas, puedo pedir perdón en caminos de tierra, viento y sol y puedo pasar un dia comiendo rico y bebiendo vino.
Dejé Chaiten montado en el Alejandrina, con un viento del diablo y 2000 pesos en el bolsillo. Por esas cosas del destino los 10 dolares de la Mamitayoya se salvaron de ser cambiados (el banco Estado estaba cerrado). Asi que todavía guardo ese billete amuleto.
Llevaba comida para 2 días y todas las intenciones de buscarme un escampadito al lado de la carretera que une Quellón con Castro. Pero debo admitir que estas intenciones iban perdiendo viada cada vez que veía el tiempo que hacía afuera.
Llegamos a Quellón, los primeros en bajar fuimos los ciclistas, yo y tres más. Pero a la primera bifurcación cada cual tiró para su lado.
Decidí volver a probar suerte con el cajero. Al comienzo me confortó la idea de saber que había más de uno. Pero al llegar al primer cajero ya se comentaba en la cola que no había plata en ningún cajero del pueblo. Al ver que al tipo de adelante el cajero le jugó barcelona, me ahueve a probar mi tarjeta al igual que la doña que estaba atrás mio quien enseguida me preguntó de donde venía. Le dije que de Ecuador y me respondió que ella había vivido en Ecuador y lo siguiente fue ir a consultar a Loyola (su esposo) si no había problema en que yo me hospede donde ellos. Asi que en vez de pasar la noche medio mojado y cagado de frío, me fuí de carrete con Tati y Javier.
Al día siguiente, de manera enérgica (habia salido el sol y no había tiempo que perder) salimos de la casa. ¿Para donde vamos? Pregunté. A donde no llegan los turistas me respondió Tati. Y en efecto, fuimos a la casa de Gonzalo, un biólogo marino que ahora se dedica al cultivo de choritos. Su casa es una cabañita al borde del mar. Hace 7 años Gonzalo tuvo la necesidad de estar solo y se vino para esta pequeña casa.
Todos me preguntaban ¿oye y el 31 dónde vas a pasar? Obviamente no sabía responderles pero yo sabía lo que quería. Quería pasarlo solo en un lugar tranquilo. Y como creo que mi mamá además de los chochos que siempre me comenta que comía cuando me tenía adentro se comió hartos tréboles y patas de conejo. Gonzalo me ofreció su casa para pasar el 31.
Definitivamente me cuesta creer la suerte que me cargo, porque además de estar en un lugar de ensueño, estoy solo y muy bien acompañado.